miércoles, 1 de agosto de 2012

7.


Por fin operan a mi abuelo... la verdad es que han sido unos días durísimos en los que los nervios y la tensión podían palparse en el ambiente.
Mi madre estaba rota, destrozada y con los nervios quebrantados. Tengo grabada en la mente su figura alejándose en dirección a las puertas del hospital, con lágrimas en los ojos y envenenada por el edor a muerte impregnado en los poros de aquellos angostos pasillos.
Todo empeoró al retrasar la operación un día más a causa de una repentina fiebre que, tras millones de estúpidas pruebas, acabó siendo  fruto de un resfriaillo común.
Él es fuerte y abezota, yo lo sé porque nos parecemos como dos gotas de agua. Él fue el único padre que conocí durante más de once años y plantearme la vida sin sus bromas y su sonrisa se me hace aterrador.
Cada día que voy al hospital y le doy de comer siento esa conexión tan característica entre abuelo y nieta.
Lo peor es su ceguera... odia depender de los demás y, a pesar de su lucidez y buena forma física, se ve necesitado de la ayuda de su familia.
Aún se me enternece el corazón cuando me dice que soy una locática idealista y yo le reprocho que es el viejo más niño que he conocido.
Espero que todo salga bien... ahora mismo está en quirófano y parece que el corazón se me va a salir del pecho... aunque sabiendo como es dirigirá la operación como un perfecto maestro carpintero.
Echo de menos quedarme dormida apoyada en su hombre mientras me quedaba ojiplática al maravillarme con sus millones de increíbles historias.
La verdad es que el día hoy se presenta bueno, estoy tranquila y tras hacer  la comida, lavar los platos y ordenar los cuartos he sentido que verdaderamente pued descansar.
Vamos a ver lo que pasa...

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