martes, 6 de agosto de 2013

Como se siente una mujer.

Este artículo es una traducción del portugués del texto 'Como se sinte uma mulher' escrito por la brasileña Claudia Regina para la revista virtual para hombres 'Papo de Homens', publicado el 22 de Mayo de 2013. El texto fue leído por más de 600.000 mil personas en menos de 2 días y tuvo más de 3200 comentarios que tuvieron que ser reprimidos por la página ya que estaban sobrecargando el servidor. El blog de Matina.
“Do you know what it feels like for a girl?
Do you know what it feels like in this world?”
Madonna
Pasó ayer. Salgo de aeropuerto. En una caminada de diez metros, solo veo hombres. Taxistas afuera de los carros conversando. Funcionarios con camisetas “¿Puedo ayudar?”. Un hombre con corbata, su maletica y el celular en la mano. Hombres diversos, regados en esos 10 metros de camino. Al andar esos diez metros, me siento como una gacela paseando entre leones. Soy mirada por todos. Medida. Analizada. Mi cuerpo, mis nalgas, mis senos, mi cabello, mis zapatos, mi barriga. Todos están mirando.
Autorretratos de Claudia Regina, la autora del texto.
Pasó cuando yo tenía 13 años. Practicaba un deporte todos los días. Salía del centro de entrenamiento y caminaba alrededor de 2 cuadras hasta la parada del bus a las seis de la tarde. Caminaba por el corredor casi vacío al lado de una gran vía. De esas caminadas me acuerdo dos momentos memorables de esta violencia urbana. Carros que pasaban más lento a mi lado, y adentro se oía una voz masculina: “¡Estás buena!”. Hombres solos que cruzaban el corredor, miraban para atrás y decían: “Que delicia”. Yo tenía 13 años. Usaba pantalones largos, tenis y camiseta.
Ahora multiplique eso por todos los días de mi vida.
Sé que para los hombres es difícil entender como eso puede ser violencia. Nosotras mismas, mujeres, nos acostumbramos y dejamos eso así. Nosotras nos acostumbramos para poder vivir el día a día.
Estos días, estaba sentada en la playa viendo el mar, y de él salió una joven. Pasó por el lado de un tipo que le dijo algo. Ella se alejó y caminó en dirección a mí. Le dije “Buenas noches”, ella dijo que el agua estaba deliciosa y hablamos un poco. Le pregunté si el tipo le había dicho alguna estupidez. Ella me dijo: “Sí, pero estamos tan acostumbradas ¿Cierto? Ignoramos esas cosas automáticamente”
El privilegio es invisible. Para el hombre sólo es posible ver el privilegio si hay empatía. Intente imaginar un mundo donde, por cinco mil años, todos los hombres fueran subyugados, violentados, asesinados, limitados, controlados. Intente imaginar un mundo donde por cinco mil años, sólo mujeres fueran científicas, físicas, jefes de policía, matemáticas, astronautas, médicas, abogadas, actrices, generales. Intente imaginar un mundo donde por cinco mil años ningún representante de su género haya sido destacado, en la televisión, en el teatro, en el cinema, en el arte. En la escuela, usted aprende historia hecha por mujeres, la ciencia hecha por mujeres, el mundo hecho por las mujeres. 
En su texto “Una habitación propia”, Virginia Woolf describe por qué sería imposible para una hipotética hermana de Shakespeare escribir de forma genial como él. Woolf dice:
"Cuando leemos sobre una bruja siendo quemada, una mujer poseída por demonios, una sabia mujer vendiendo hierbas [...] creo, que estamos viendo a una escritora perdida, una poetisa anulada" [1]
Desde el inicio del patriarcado, hace 5 mil años, las mujeres no tuvieron libertad suficiente para ser científicas o artistas. Woolf explica:
"La libertad intelectual depende de cosas materiales. [...] Y las mujeres siempre han sido pobres, no sólo durante doscientos años, sino desde el principio de los tiempos." [2]
 
(Para un análisis más completo recomiendo : “Um teto todo seu” deVirgínia Woolf: A produção intelectual e as condições materiais das mulheres.)
Aunque el mundo esté en proceso de cambio, todavía existen menos oportunidades y reconocimiento para que las mujeres y las minorías ejerzan cualquier ocupación intelectual. Lectores de una página en Facebook sobre ciencia todavía suponen que su autor es hombre y comentaristas de televisión no consideran las manifestaciones culturales que vienen de la favela como cultura de verdad. 
Es cierto: Hoy la vida es mucho mejor, principalmente para la mujer occidental como yo. Pero, aunque soy una mujer libre y exitosa, viviendo en una metrópolis cultural, todavía siento en la piel las consecuencias de estos cinco mil años de opresión. Y si usted quiere ver esa opresión, no necesita ir a los libros de historia. Sólo tiene que prender la televisión.
Rio de Janeiro, 2013. Una pareja es secuestrada en una van. Las secuestradoras se colocaron un strap-on sucio, oliendo a mierda y moho, y violaron al muchacho. Todas ellas, una a una, metían aquella picha enorme en el culo del joven, sin condón, ni lubricante. La novia, pobrecita, intentó hacer algo, pero la ataron y le dieron patadas y golpes.
Al ver la noticia, ¿Usted se coloca en el lugar de la víctima (que sufrió de las peores violencias físicas y psicológicas existentes) o en el lugar del que vio? Naturalmente cambie los géneros, la violencia real pasó con una mujer. 
¿Cuántas violencias sufro sólo por ser mujer?
En la infancia no me dejaron ser scout por que eso no era cosa de niñas. Fui violada a los ocho años (Yo y por lo menos dos tercios de las mujeres que conozco y que usted conoce sufrieron una violación y probablemente no le contaron a nadie). Sufrí la adolescencia entera por no comportarme de manera femenina. Por no tener senos. Por no tener cabellos largos y lisos. Desde siempre tuve mi sexualidad reprimida por mi familia, por la sociedad y por los medios. Cualquier cosa que hiciera mal sería motivo para ser llamada de ociosa.
En uno de los primero empleos escuché que las mujeres no trabajan tan bien porque son muy emocionales y sufren de síndrome premenstrual (SPM). En otro empleo mi jefe me dijo que mi cabello estaba feo y me pagó un salón de belleza para ir hacerme el blower y estar más presentada para los clientes. Decidí que no quiero ser esclava de la depilación y soy mirada diariamente con asco cuando me pongo shorts o blusitas sin mangas. He usado muchos maquillajes sólo porque la televisión y la publicidad muestran mujeres maquilladas, y por lo tanto es muy común sentirnos feas de cara limpia. Usted, hombre ¿Sabe lo que es el maquillaje? Hay un producto para dejar la piel homogénea, uno para esconder ojeras, otro para esconder manchas, otro para dejar los cachetes colorados, otro para destacar las cejas, otro para destacar las pestañas, otro para colorear los párpados, otro para colorear los labios. ¿Cuántas veces pasó usted tantos productos en la cara sólo porque su jefe o su ‘primer encuentro’ lo van a ver feo con la cara limpia? 
Cuando estoy en el metro procuro un lugar seguro para evitar que alguien me roce. ¿Usted hace eso? Cuando voy a reuniones de familia, me preguntan porque estoy tan flaca, y lo que hice con el cabello y si tengo novio. A mi primo, le preguntan qué está estudiando y en qué está trabajando. En la televisión el 90% de las propagandas me denigran. Casi ninguna película me representa o pasa el Test de Bechdel. Todas las mujeres son mostradas con ropa sexy, igual que las heroínas que se supone que deberían estar usando ropa cómoda para las batallas. Las revistas me enseñan que el objetivo en la cama es agradar al hombre.
Mientras usted, hombre, comparaba su pene con el de sus amiguitos, a mí, mujer, me enseñaban que masturbarse era muy feo y que si usaba faldas cortas no me estaba dando a respetar. ¿Cuánto tiempo me demoré para librarme de la represión sexual y convertirme en una mujer que le gusta tirar? ¿Cuánto tiempo me demoré para para soltarme en la cama y conseguir venirme, mientras varias de mis compañeras continúan preocupándose por si su pareja está viendo la celulitis o el gordito de la cintura y por eso no consiguen llegar al orgasmo? ¿Cuánto tiempo demoré para conseguir mirar una verga y tirar con la luz prendida? ¿Cuántas veces escuché mientras manejaba un “tenía que ser mujer”? ¿Cuántas veces usted cerró a alguien y escuchó "tenía que se hombre"? Todo eso para, al final del día, ir a cenar a un restaurante y no recibir la cuenta cuando yo la pido, pues desde hace 5 mil años soy considerada incapaz. Y todo eso ¡Coño!, para escuchar que estoy exagerando, que ya no existe el machismo.
Eso es un resumen de lo que sufro o corro el riesgo de sufrir todo el día. Yo, mujer blanca, hétero, clase media. La negra sufre más que yo. La pobre sufre más que yo. La oriental sufre más que yo. Pero todas nosotras sufrimos del mismo mal: Ningún país del mundo trata a sus mujeres tan bien como a sus hombres. Ninguno. Ni Suecia, ni Holanda, ¡ni Islandia! En todo el mundo civilizado sufrimos de violencia, tenemos menos acceso a la educación, al trabajo o a la política. 
En todo el mundo somos todavía hermanas de Shakespeare.
 
***

¿Y usted, lector hombre, cuando es abordado por un tipo de forma hostil en la calle, piensa “por favor, no se lleve mi celular” o “por favor no me viole”?

[1] Esta es una traducción literal del texto de Claudia Regina. La versión original de Virigina Woolf en inglés dice así: "When, however, one reads of a witch being ducked, of a woman possessed by devils, of a wise woman selling herbs, ...I think we are on the track of a lost novelist, a suppressed poet." y está disponible aquí.

[2] Texto tomado de la traducción al español del texto original de Virginia Woolf hecha por Laura Pujol disponible aqui. La versión original en portugués dice así: “Liberdade intelectual depende de coisas materiais. … E mulheres foram sempre pobres, não por duzentos anos, somente, mas desde o início dos tempos."




 
Traducción y fuente del texto: El blog de Matina
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sábado, 3 de agosto de 2013

41.


Angry Hipster Captures - This Zoe McConnell Photography Features Frisky Lounging Ladies (GALLERY)
Estoy muy cansada, anoche apenas dormí y hoy me he encontrado mareada y enferma la mayor parte del día.
No he comido demasiado y he intentado mantenerme hidratada todo el día... pero al final de la noche he acabado vomitando la cena y tomando laxante.
Es curioso, pero al principio es como si una voz dentro de mi me dijese que ya estoy mayor para esto, que no soy una niñata pretendiendo llamar la atención y que si vuelvo a entrar aquí acabaré saliendo con los pies por delante.
Pero luego vino esa sensación, ese trance cuyo fin es el tan ansiado vacío en el estómago, esa sensación de cansancio y mareo extremos y la rapidez de mis pulsaciones retumbando desde el interior de mi pecho como una maza sobre una tela mojada.
Anoche me levantaba, me aterrorizaba el simple hecho de replantearme el vómito como una salida porque tras ello sabía que no existía escapatoria y, sin embargo aquí estoy, ni 24 horas después, exhausta, como si me hubiese faltado tiempo para planear desde que me desperté la forma de quedarme sola y mi pequeño ritual.
¿Qué me pasa? ¿Cuál es mi motivación? ¿Por qué adelanto tanto el proceso? A veces no sé so lo que quiero es adelgazar o enfermar... Quizás sea eso, y siga sintiéndome brutalmente sola, pero sin embargo este año me he vuelto mucho más independiente... ¿Qué quiero? ¿Qué necesito?
¿QUIÉN SOY?

40.

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27-7-13

Vuelve a rozar la medianoche y, de la misma forma, vuelvo a sentir que mi cordura se disuelve con cada palabra que escribo, casi como una especie de gotero que licua gota a gota, trazo a trazo, lo que queda de cuerdo en mis pensamientos.
Lo más duro, sin duda son las mentiras, porque cuando le dices a alguien que te importa o al que importas que has dejado de comer, quizás intentes llamar su atención o conseguir un poco de cariño, pero puede que tras ese maquillado grito de auxilio exista un rayo de esperanza. Pero cuando la mentira se agarra a tí como un parásito ya no hay salida, te vas alejando de las personas a las que quieres, aunque prometes llamarlas; adelgazas a pesar de ignorarlo; fracasas en tus estudios y en tu trabajo, aunque te escudes es la distracción, cualquier problema o la pereza; ya no puedes casi moverte, ya no te quieren, no eres hermosa y hasta tú misma te ves convertida en un monstruo asqueroso que es incapaz de mirarse al espejo, y aún así todo está bien, perfecto y maravilloso aunque te cortes una y otra vez los muslos... como tantas otras veces que ya habías intentado olvidar...
Pero todo está bien...
No! nada lo está, abro los ojos y lo sé, aún lo sé, aún soy consciente y sin embargo me doy cada día más asco... volvió la dictadura de los ayunos y laxantes, el vivir temiendo una báscula y el soportar las duras críticas que llegan a través del espejo.
El día que comience el vómito todo estará perdido...
Tengo miedo... aunque una parte de mí, ese pequeño monstruo agazapado en lo más profundo del subconsciente... adora volver a esto.
No encuentro palabras para describir el placer que me produce toda esta locura, el bajar cada kilo, reducir cada centímetro o sentir esa deliciosa sensación de estómago vacío, que me inunda, me recorre y retuerce mis entrañas, matándome y esclavizándome más y más, minuto a minuto.
Ya no puedo para porque no lo deseo... me aterra mudarme el curso que viene a un piso y tener la nevera vacía...
Sinceramente, o soluciono esto de una vez por todas o acaba de empezar mi cuenta atrás, y no quiero morirme, necesito hacer demasiadas cosas antes...
¿Podré encontrar al fin un equilibrio entre la salud y la obsesión o volveré a perderme?
Soy débil, me desprecio.

Como transmitir el odio al cuerpo.




Querida Mamá,
Tenía siete años cuando descubrí que eras gorda, fea y horrible. Hasta ese momento había pensado que eras preciosa -en todos los sentidos-. Recuerdo ojear viejos álbumes de fotos y ver imágenes tuyas en la cubierta de un barco. Tu bañador blanco y sin tirantas parecía tan glamouroso como el de una estrella de cine. Cada vez que tenía la oportunidad sacaba ese bañador oculto en tu cajón de abajo e imaginaba un tiempo en el que yo sería lo suficientemente mayor para llevarlo; en el que sería como tú.
Pero todo eso cambió cuando, una noche, estábamos arregladas para ir a una fiesta y me dijiste: “Mírate, tan delgada, guapa y encantadora. Y mírame a mí, vieja, gorda y horrible.
Al principio no entendí lo que querías decir.
“No estás gorda”, dije seria e inocentemente, y tú contestaste: “Sí lo estoy, cariño. Siempre he estado gorda; incluso cuando era una niña.”
En los días que siguieron, tuve unas cuantas revelaciones dolorosas que han determinado mi vida.Aprendí que:
1. Debes estar gorda, porque las madres no mienten.
2. Ser gorda es ser fea y horrible.
3. Cuando crezca seré como tú, así que seré gorda, fea y horrible también.
Años más tarde recordé esta conversación y las centenares que la siguieron, y te maldije por sentirte tan poco atractiva, insegura e infravalorada. Porque, como mi primer y más importante modelo de conducta, me enseñaste a pensar lo mismo sobre mí misma.
Con cada mirada a tu reflejo en el espejo, cada nueva dieta milagrosa que iba a cambiar tu vida y cada culpable cucharada de “Oh, en realidad no debería, pero…”, aprendí que las mujeres deben estar delgadas para ser válidas y valoradas. Las chicas deben prescindir de ciertos placeres porque su mayor contribución al mundo es su belleza física.
Como tú, he pasado toda mi vida sintiéndome gorda. ¿Cuándo se convirtió “gorda” en un sentimiento, de todos modos? Y porque creía que estaba gorda, sabía que yo no estaba bien.
Pero ahora que soy mayor y madre, sé que culparte a ti por el odio a mi cuerpo es inútil e injusto. Ahora entiendo que tú también eres producto de un largo y rico linaje de mujeres que fueron educadas para odiarse a sí mismas.
Mira el ejemplo que la abuela fue para ti. A pesar de ser lo que podrías describir como una mujer chic víctima del hambre, hizo dieta cada día de su vida hasta que murió a los 79 años. Solía ponerse maquillaje para salir al buzón, por miedo de que alguien pudiese ver su cara desnuda.
Recuerdo su “compasiva” respuesta cuando anunciaste que Papá te había dejado por otra mujer. Su primer comentario fue: “No entiendo por qué habría de dejarte. Te cuidas, llevas pintalabios. Tienes sobrepeso, pero no mucho.”
Antes de que Papá se fuera, él tampoco te alivió por el tormento de la apariencia de tu cuerpo.
“Dios, Jan”, escuché por casualidad que te decía. “No es tan difícil. La energía que entra frente a la energía que sale. Si quieres perder peso, simplemente tienes que comer menos”.
Esa noche en la cena observé cómo ponías en práctica el remedio para adelgazar “Energía dentro, Energía fuera: Dios, Jan, Simplemente Come Menos” de Papá. Serviste tallarines chinos para cenar (¿recuerdas cómo en los suburbios australianos de los años ochenta una mezcla de carne picada, repollo y salsa de soja se consideraba la cumbre de la alta cocina?). La comida de todo el mundo estaba en un plato grande excepto la tuya. Tú te serviste tus tallarines chinos en un diminuto plato de postre.
Cuando te sentaste delante de esa patética cucharada de carne picada, unas lágrimas silenciosas resbalaron por tu cara. No dije nada. Ni siquiera cuando tus hombros comenzaron a agitarse de angustia. Todos nos comimos la cena en silencio. Nadie te reconfortó. Nadie te dijo que te dejaras de ridiculeces y que cogieras un plato en condiciones. Nadie te dijo que ya eras querida y lo suficientemente buena. Tus logros y tu valía -como profesora de niños con necesidades especiales y como dedicada madre de tres hijos- palidecieron insignificantes comparados con los centímetros que no podías perder de la cintura.
Me rompió el corazón presenciar tu desesperación y siento no haber salido en tu defensa. Ya había aprendido que era tu culpa que fueras gorda. Incluso había oído a Papá describir el perder peso como un proceso “simple” – pero al que tú no te podías enfrentar.  La lección: no te merecías la comida y ciertamente no te merecías ninguna compasión.
Pero estaba equivocada, Mamá. Ahora entiendo lo que es crecer en una sociedad que le dice a las mujeres que su belleza es lo más importante y que al mismo tiempo define un estándar de belleza que  está completamente fuera de nuestro alcance. También conozco el dolor de interiorizar estos mensajes. Nos hemos convertido en nuestras propias carceleras y nos infligimos nuestros propios castigos por fracasar dando la talla. Nadie es tan cruel con nosotras como nosotras mismas.
Pero esta locura tiene que terminar, Mamá. Termina para ti, termina para mí y termina ahora. Nos merecemos algo mejor –mejor que arruinar nuestros días con malos pensamientos sobre nuestro cuerpo, deseando ser de otra manera.
Y ya no es sólo sobre ti y sobre mí. Es también sobre Violet. Tu nieta sólo tiene tres años y no quiero que el odio hacia su cuerpo eche raíces dentro de ella y estrangule su felicidad, su confianza y su potencial. No quiero que Violet crea que su belleza es su valor más importante; que definirá su mérito en el mundo. Cuando Violet nos mira, aprende cómo ser una mujer y necesitamos ser los mejores modelos que podamos. Necesitamos enseñarle con nuestras palabras y nuestras acciones que las mujeres son lo bastante buenas tal y como son. Y para que nos crea, nos lo tenemos que creer nosotras.
Cuanto más mayores nos hacemos, más personas queridas perdemos por accidentes o enfermedades. Su fallecimiento siempre es trágico y demasiado temprano. A veces pienso en lo que esos amigos –y la gente que les quiere- darían por tener más tiempo en un cuerpo sano. Un cuerpo que les permitiera vivir un poco más. El tamaño de los muslos de ese cuerpo o las arrugas en su cara no importarían. Estaría vivo y, por lo tanto, sería perfecto.
Tu cuerpo es perfecto también. Te permite desarmar a una habitación entera con tu sonrisa y contagiar a cualquiera con tus carcajadas. Te da brazos para arropar a Violet y estrujarla hasta que se ríe. Cada momento que pasamos preocupándonos por nuestros “defectos” físicos es un momento desperdiciado, un preciado pedazo de vida que nunca volverá.
Permitámonos honrar y respetar nuestros cuerpos por lo que hacen en lugar de despreciarlos por su apariencia. Centrémonos en llevar una vida activa y saludable, dejemos a nuestro peso caer hasta donde deba, y enterremos nuestro odio al cuerpo en el pasado, adonde pertenece. Cuando miraba aquella foto tuya con el bañador blanco un montón de años atrás, mis inocentes ojos jóvenes veían la verdad. Veían amor incondicional, belleza y sabiduría. Veía a mi Mamá.
Con amor,
Kasey.

Autora: Kasey Edwards (@KaseyEdwards). Escritora y columnista.
Traducción: Mines y Eloísa.
Artículo originalmente publicado en: Essential mums

Su moral es asquerosa.

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Texto elaborado por una prostituta anarquista italiana…. Soy una prostituta.
Mi nombre profesional es Carmela y trabajo por la noche en la periferia de una ciudad de Italia.
Mi toma de contacto con las ideas anarquistas fue por casualidad y por amor, y así escuché por primera vez una vieja canción anarquista que decía: “Las prostitutas que mueren de tifus en el hospital, esas son nuestras hijas”.
Durante el día la sociedad nos condena, pero por la noche nos busca. Y no son sólo los hombres quienes en esta moderna y avanzada época vienen hacia nosotras, ya que los “tríos” hace tiempo que se pusieron de moda. Así que ahora también somos envidiadas por las noches por las mujeres a quienes les gustaría hacer suyo un poco de nuestro arte amatorio, para poder follar mejor a sus jefes y ascender en su carrera profesional.
 El Estado proxeneta muestra su cara hipócrita y democrática y sopesa la decisión de conceder a mi “sector laboral” el derecho a la propia explotación: pagar impuestos, “integrarnos“ en la sociedad es la palabra mágica y desgraciadamente, much@s de mis colegas lo están literalmente mendigando. Pero hace ya tiempo que me tomé mis derechos por mí misma y la vida como yo quiero, sin pedir permiso a nadie.
¿Ser un miembro más? Ya me vale con los miembros que veo a lo largo del día. Para mí la sociedad se basa en una enorme prostitución: hombres y mujeres que, diariamente, a la misma hora, marchan hacia sus puestos de trabajo, con el mismo aburrimiento, con la misma fatalidad, que se prostituyen solos o en grupo (¡espíritu de equipo!) para que toda esta mierda continúe aguantando.
Pequeños empleados o yuppies, todos l@s ciudadan@s decentes tienen al final algo en común: desprecian a las inmorales putas como yo, que van a trabajar bien por decisión propia o por la necesidad del dinero. ¿Pero quién no va a trabajar por la necesidad del dinero? Seguramente, el mundo de la noche, aunque le guste parecer tan atractivo, tiene también sus aspectos negativos. No deja de ser un reflejo de su violencia, que se esconde hipocritamente durante el día tras la fachada de una cultura moralista.
Nuestros clientes no son otros más que tu jefe, tu compañero de trabajo, tus conocidos, vecinos y cada vez más, sus mujeres y amigas. Pero lo que más me molesta, más que esta ignorante, envidiosa e hipócrita sociedad, son esas discusiones psicológicas, que también en parte se realizan en la “escena” de izquierdas o feminista. Allí se nos trata como las “pobres” prostitutas, golpeadas por sus chulos y violadas por sus malos y perversos clientes (sobre las clientas parece que se calla conscientemente, o se desconoce por ignorancia su existencia).
 A menudo me pregunto de dónde sacará esa gente sus conocimientos, ya que ninguna de estas compañeras o compañeros ha disfrutado de una velada conmigo o siquiera me han preguntado por qué prefiero trabajar de pie en la calle a sentada en una oficina. Para mí esto invalida a quien dice luchar por la libertad y la revolución, porque no me reconocen como ser indivudual el derecho y la capacidad de tomar mis propias decisiones, y me imaginan como una persona tonta, débil y digna de compasión. La prostitución infantil es algo penoso, ya que un niño no puede decidir qué quiere hacer y qué no. Pero, ¿por qué nadie habla de los niños a quienes diariamente se idiotiza en los colegios y guarderías para que cuando sean mayores se conviertan en alegres consumidores y en eficientes prostitutas en el sistema productivo para el chulo del Estado? ¿Por qué nadie habla de los niños que ven la luz en el mundo en las (democráticas) cárceles donde están encerradas sus madres? ¿No merece tanto la pena hablar de ello? Ya, quizás muchos de estos super-revolucinari@s de boquilla no tienen ni idea de que muchos niños pasan sus primeros años de vida en la cárcel, y que luego, de un día para otro, son arrancados del cariño de su madre, y todo esto en nombre de unas atenciones que cualquiera de nosotr@s rechazaría. Además, existe una gran diferencia: nosotras las putas abrimos las piernas y dejamos a un integrante de esta sociedad que haga lo que nosotras queramos, y nada más. Una sociedad que gracias a su trabajo asalariado posibilita un sistema que atormenta y mata personas y animales, que con el dinero de sus impuestos financia guerras, que destruye el medio ambiente y bueno, todo lo demás que vosotros ya deberíais saber mejor que yo, que no soy más que una tonta, inmadura e inútil puta.
Y la moral, o moraleja de esta historia no existe, ya que su moral es asquerosa. ¡A la mierda con su moral!
 Extraído del fanzine alemán FREIRAUM nº26

39.

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26/7/13

Hoy, casi media hora pasada la media noche, me confieso:
He vuelto a caer.
Y tras prácticamente un año de altibajos y bastantes progresos, me siento decepcionada.
No sé si será el desajuste emocional que me causa el no tener una pareja estable; el haber perdido a la mayoría de los que yo creía mis amigos con la última ruptura; o que el simple hecho de volver a el hogar familiar, aunque solo sea por el verano y toda la ansiedad que ello me produce... pero en especial, y aunque estemos sumidas en plena batalla campal, se que gran parte de la culpa recae sobre la relación con mi madre...
Quizás lleve ocultando esto desde que empezó toda esta historia, pero el volver a convivir con ella ha acrecentado mis inseguridades, esos monstruos con los que día a día lucho para seguir manteniendo bajo la cama.
Y es que su inseguridad me envenena, hasta el punto de hacer míos cada uno de los complejos que la martirizan a diario. Ese "estoy gorda" y sus diferentes variantes que alimentan mis temores. Es como si una voz dentro de  me gritase que no me convirtiese en eso, que sea libre, independiente, que no me deje dominar nunca por un hombre, que no me case ni cree una familia y, sobretodo, que no sofoque mi ansiedad vaciando la nevera.
Y no lo entiendo, juro que no comprendo el odio ni la repulsión hacia la figura que tanto he añorado durante la infancia... resulta tan antagónico, tan difícil... la quiero, lo sé, y quizás el germen de todos mis males sea el no haberla tenido conmigo cuando la necesitaba, el esperar semanas hasta el fin de semana para verla, el llorar agarrando su fotografía temiendo olvidar su rostro o el color de su pelo...
El caso, y volviendo a enterrar los polvorientos volúmenes de mi ajada y miserable historia, es que siento como vuelve a enredarme esta pesadilla, cada una de las cincuenta veces que me miro al espejo cada media hora, me tomo un laxante o miento para saltarme una comida...
Lucho sola, sin nadie al que confiarle mis demonios e insomne...
Cuanto miedo me daba esto en especial, el volver a perder el sueño y con ello la poca masa gris que no se comió así misma en la última recaída.
Sólo espero que éstas páginas me sirvan de escape durante estos días de soledad, de inspiración al siguiente terapeuta o, simplemente, de epitafio.