miércoles, 26 de junio de 2013

37.



Y allí estaba, escuchando Mr tambourine man de Bon Dylan y observando como Balto ladraba a los coches, en la terraza del piso de Granada, en un 3º del barrio humilde donde me críe con mis abuelos.
Recuerdo como me vino la primera regla y cómo viví mi primer amor de cartas perfumadas con corazones y todo (aquello era romanticismo…) cuando todavía estaban las pesetas y mi hermano y yo medíamos nuestra altura con un cuadro del salón.
Allí, en ese preciso instante, la energía mágica del crepúsculo comenzaba a embriagar a una ciudad que permanecía dormida durante el día y por la noche, sacaba a pasear al duende y la alegría tan característicos de Granada. Fue, perdida entre el vuelo de los pájaros cazando algunos insectos y la estela de un avión que se dibujaba fugaz entre los edificios…
Cuando me di cuenta, de que la vida es sencillamente maravillosa.

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